Duncan Robinson, Erik Spoelstra y el síndrome del impostor

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Enero de 2018. El curso universitario corría a pleno pulmón para Michigan. Los Wolverines contaban en su quinteto titular con un especialista tirador, pero John Beilein, que pocos meses después firmaría con Cleveland Cavaliers, decidió cambiar la alineación en contra del francotirador.

Duncan Robinson perdía el puesto de titular en la NCAA. El primer partido donde salía desde el banco era ante Purdue, encuentro en el que apenas jugó 8 minuto antes de regresar al banco y recibir la reprimenda del entrenador. Había anotado cinco puntos, sí, pero una mala acción defensiva le dejó fuera.

"Ese fue el punto más bajo", dice Harry Rafferty, uno de los mejores amigos del tirador. Robinson le envió un mensaje de texto después del partido preguntándole si podían juntarse. "Eran como las 11:30, medianoche. Vino y estaba más abatido de lo que lo había visto, tal vez nunca, después de jugar al básquet".

Vieron "Make Happy" de Bo Burnham en Netflix. Rafferty detuvo la serie. Escuchaba a Robinson y su lucha por contener las lágrimas. "¿Entonces, qué hacemos ahora?", preguntó el joven Duncan. Todavía no lo sabía, pero dos años después iba a estar instalado en la NBA como titular y ante la perspectiva de una larga y fructífera carrera.

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El viaje de Duncan Robinson es especial. Sí, la mejor liga del mundo está llena de historias de superación. Chicos que no deberían haber llegado, pero ahí están. Algunos que crecieron en situaciones de pobreza, incluso sin hogar, para terminar como millonarios y élite absoluta de su disciplina. El caso de Robinson es diferente. Ahora tiene 26 años, pero es que nadie daba un centavo por él con 24. Era un senior en Michigan cuya proyección señalaba al extranjero.

"Realmente ni siquiera era un buen jugador en instituto", dijo Robinson. "No tuve ninguna jugada para mí en la universidad, nunca".

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Esta sensacional historia es original de Ramona Shelburne, una de las mejores plumas que existen en el planeta básquet. El rostro de ESPN ilustra en su artículo el viaje de Robinson con declaraciones del jugador y Erik Spoelstra como protagonistas, aunque también aparecen otras personas del entorno del Heat y de Duncan.

"Acababa de tener una liga de verano realmente exitosa con nosotros otra vez", contó Spoelstra. "Básicamente había roto todos nuestros récords de tiro y todavía estaba luchando con su confianza, por si pertenecía aquí".

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La cuestión con Robinson es que, precisamente por recorrer el camino que tuvo, pensaba que no debía estar en la NBA. Como si hubiese llegado de rebote a la mejor liga del mundo.

"No puedes tener ese tipo de desorden cuando estás ahí para ser un francotirador", agregó el entrenador. "Tienes que tener la mente clara. Realmente traté de resaltar cuántas cosas ya había hecho a nivel de clase mundial como tirador. Y luego le pregunté cuántas más tendría que hacer antes de que realmente creyera que lo era".

"Fue entonces cuando hablamos sobre el síndrome del impostor", explicó Robinson. "Se lo comenté, como, 'No sé si alguna vez has oído hablar de eso'. Y él dice: '¿que si lo escuché? Lo viví'".

Pat Riley, Erik Spoelstra

"Probablemente mis primeros dos o tres años como entrenador jefe, realmente luché y luché con eso", le contó Spoelstra a Robinson. "No sentí que estuviera listo o necesariamente que perteneciera a la élite de la liga".

Spoelstra ascensió a entrenador jefe del Heat después de ser coordinador de video del equipo. La cuestión es que era el encargado para dirigir un plantel con LeBron James, Dwyane Wade y Chris Bosh. Pero por algo fue el propio Pat Riley el que le eligió.

Mientras, Robinson llegó a la liga por la puerta de atrás. Con 26 años y en su segunda temporada el término más habitual para referirse a él es el de "late boomer". Es decir, jugador de explosión tardía. Pero ese término no convence a Rafferty.

"Escucho a gente que dice eso todo el tiempo y me frustra como alguien que conoce a Duncan", dijo Harry Rafferty, uno de los mejores amigos del tirador. "La gente piensa que fue el típico camino lineal de no jugar en la instituto a ser un buen jugador de la NBA. Pero hubo muchos momentos en los que nosotros, y más él, pensamos que no tenía opciones".

"Puedo pensar en tres o cuatro momentos rápidamente", agregó la persona que más entrenó con Robinson en instituto y universidad.

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Aquella noche viendo "Make Happy" tras el partido de Purdue fue un momento realmente complicado para el alero. Le quedaban meses en la universidad, vivía en un apartamento diminuto, no ganaba dinero y entrenaba por las noches con la esperanza de unirse a un equipo de la G League o de jugar en otro país. Rafferty pensó que podía haber hundido la moral de su amigo con su charla. No tenía claro que pasaría después, ya cuando Duncan se había marchado a su casa y él se preparaba para dormir.

"¿Vas a seguir con el básquet o te vas a rendir?'". Alrededor de las 7:30 de la mañana, Harry recibió un mensaje de texto de Robinson, "'Tenemos que seguir adelante'".

El jugador de Miami le confirmó la historia a Shelburne, aunque agregó que dejar el básquet jamás fue una opción. "Si algunas cosas hubieran sido diferentes todavía jugaría, incluso si no estuviera en la NBA".

La clave de todo pasó por el transfer de Williams College a Michigan. "Seguro que estaría jugando en alguna segunda división en Lituania en este momento por 1,200 dólares al mes. Sería una rutina, pero estoy seguro de que me encantaría y no me arrepentiría ni un segundo".

Robinson dejó Williams porque Mike Maker, el entrenador que le reclutó, consiguió un trabajo en Marist, universidad de División I. Si Maker se hubiera quedado probablemente Robinson también se hubiera quedado. Y quien sabe, ¿hubiese despertado interés de la NBA?

Solo cinco jugadores de la División III habían llegado a la NBA antes que Robinson, que esta temporada es el único jugador de la liga entre los 10 primeros tanto en triples intentados (606) como en porcentaje de acierto (44,6%). En el Juego 2 de la serie de Primera Ronda ante Indiana, Robinson empató el récord de Playoffs de Miami con siete. Único jugador junto a Robert Horry con siete o más triples sin intentar un tiro de dos en postemporada.

La evolución del juego permite a Robinson brillar en la NBA como tirador que es mucho más que eso. Hace una década hubiese sido un "tweener", una de las expresiones más utilizadas para etiquetar jóvenes de NCAA que dejaban dudas. Duncan hubiese sido uno de ellos, lento para defender aleros y sin fuerza o tamaño para enfrentarse a ala pivotes.

"Soy muy consciente del hecho de que muchas cosas tuvieron que cambiar en mi camino", dice Robinson. "Creo que por sí solo eso te hace apreciar cada oportunidad".

"Lo conocía por seguir a Michigan en el torneo universitario", agregó Spoelstra. "Pero seré honesto, no pensé que fuera lo suficientemente bueno".

Robinson no despertaba el interés de los agentes NBA durante su último año de universidad. De hecho, fue toda una sorpresa cuando Jason Glushon se fijó en él, incluso la madre del jugador quedó sorprendida. Glushon organizó entrenamientos con media docena de equipos. Estaban él, Duncan y su entrenador personal, AJ Diggs, que ahora trabaja para los Pelicans. El veterano y respetado scout de los Heat, Chet Kammerer, quedó impresionado. Llamó a Spoelstra y le dijo que acababa de presenciar una de las mejores actuaciones de tiro que jamás había visto.

"Chet insistió tanto en ello que simplemente tomé su palabra", recordó Spoelstra. La noche antes del Draft de 2018, Spoelstra llamó a Robinson para decirle que Miami le ofrecería un hueco en su equipo de la Summer League si quedaba sin elegir al final del Draft.

Robinson no fue elegido y recibió ofertas veraniegas de Lakers y Heat. Con cierto sabor a decepción por quedar undrafted, aceptó la oferta de Miami por su historial de trabajo con el talento joven. La decisión no pudo ser mejor.

"Inmediatamente vimos un lanzamiento y una profesionalidad increíbles", agregó Chris Quinn, director de desarrollo de jugadores del Heat. "Alguien que va a marcar todas las casillas que pueda para ser su mejor versión. Si se trataba de tiros adicionales, si se trataba de un trabajo extra en su defensa, si se trataba de comer bien, dormir bien... Era capaz de hacerlo todo y lo hacía".

Así, el cuerpo técnico de Miami se comprometió con Robinson para sacar el mejor jugador posible. Se había ganado a pulso el contrato dual que firmó con la franquicia de Florida.

"Todo el mundo habla de tener una ética de trabajo, pero Duncan tiene una persistencia única en su ética de trabajo", elogió Spoelstra. "Es una obsesión, de verdad. No es solo una ética de trabajo. Él está obsesionado con todo el proceso. Si tienes a alguien así que ya tiene un tiro hermoso y mide 2 metros, las otras cosas mejorarán si eres coherente con él".

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Quinn y Rob Fodor, uno de los entrenadores del equipo, invirtieron mucho tiempo de la temporada 2018-2019 en hacer mejor a Duncan. El objetivo era prepararlo para la NBA. Vieron algo de dejadez en su defensa, vieron falta de velocidad... Trabajaron en ejercicios diferentes mientras el francotirador jugaba con los Sioux Falls, el afiliado de la G League. Querían hacerle comprender a Robinson que lo suyo no iba a ser un solo contrato. Tenía que mejorar físicamente y en intensidad, porque lo suyo iba a ser una larga carrera.

"Estábamos tratando de que entendiera que su vida en la NBA no iba a ser estacionaria y que tenía que poder jugar absolutamente a toda velocidad todo el tiempo", dijo Fodor. Ambos agregaron que, para crédito de Duncan, manejó la situación a la perfección.

Robinson todavía conduce el Jeep que tenía en la universidad. No cae en los excesos. Es más, tiene una historia con un bolso de Louis Vuitton. Tras comprarlo se dio cuenta que no se sentía cómodo y le pidió a su hermana que lo devolviera. Prefiere ir con uno de Michigan. El asunto es cuando esa personalidad le llevó a plantearse su pertenencia a la liga. Fue cuando Spoelstra habló con él acerca de ser titular en la 2019-2020.

El francotirador rechazaba disparos abiertos. Le pasaba la bola a Dwyane Wade porque era la estrella, mientras su exquisita mano se arrugaba. Era algo que el cuerpo técnico no podía tolerar. Tenían que ser duros para sacar su mejor versión. Todo ello mientras reflexionaban con él sobre sus problemas de confianza. En todo ese tiempo, Spoelstra jamás usó el término "síndrome del impostor".

¿Cómo llegó el entrenador a Duncan? Con trabajo. "Me entrena duro y eso me encanta", dice Robinson sobre Spoelstra. "Eso es parte de lo que me empuja y saca lo mejor de mí".

Así entendió cuál era su trabajo y lo que esperaban de él. Le costó, no fue solo aquella noche de Purdue, también muchas otras, ya instalado en Florida y con contrato garantizado. Algo similar le sucedió a su entrenador, que apenas llevaba dos temporadas cuando le dieron a tres estrellas en plantel. Cuando terminó la aventura de cuatro años de LeBron, Erik se marchó unos días a Hawái a descansar.

"Tuve una gran reflexión de seis semanas sobre mi propósito en esta profesión", recordó Spoelstra. "Y realmente me conecté con esta idea de que mi propósito era solo servir y ayudar a tipos como Duncan a lograr sus sueños y poder ayudar a nuestra organización a desarrollar equipos y una cultura en la que creemos. Esa fue la transformación más grande para mí. Es una brújula. Después de eso no pensé en el síndrome del impostor".

En el verano de 2016 Miami comprometió 148 millones entre las renovaciones de Tyler Johnson y Hassan Whiteside. Solo un año después añadieron otros 52 millones de Dion Waiters. Los tres terminaron decepcionando y saliendo traspasados más pronto o más tarde, mientras la oficina aprendía que esos no eran los movimientos que encajaban en su cultura. Los que encajan son los Duncan Robinson. Un trabajador que cobra 1,4 millones esta temporada y registrará 1,6 en los libros de los Heat en la 2020-2021.

El francotirador por excelencia de la NBA actual refleja la evolución del básquet, aquel que era un "tweener" y ahora querrían todas las franquicias en su plantel, sin excepción. Y además, también es el ejemplo de lo que es el Heat. Trabajo, comprensión y disciplina, solo así se entienden los viajes de Duncan Robinson y Erik Spoelstra. La cultura de Miami es diferente. Es hacer del que no cree en sí mismo un cuerpo de élite. Es convertir al impostor en especialista.

Las opiniones aquí expresadas no reflejan necesariamente aquellas de la NBA o sus organizaciones.

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