Entrevista a D'Angelo Russell: "Brooklyn ha seguido un camino concreto y los Lakers fueron hacia otro"

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D'Angelo Russell

La siguiente entrevista fue hecha por el redactor de NBA.com España, Sergio Rabinal.

Todo el mundo tiene derecho a 15 minutos de gloria, a contar su historia y a tener un pequeño espacio en el que ser especial. La individualidad derivada del momento que recorre la sociedad occidental nos conduce a ser pequeños dominadores de parcelas pequeñas, de nichos en los que nuestro propio perfil brilla por encima del resto. A pesar de esa tendencia, se da una contradicción, precisamente en el mundo del baloncesto: el poder de atracción hacia los grandes focos. Una inclinación que jamás ha dejado de ser importante, allá donde haya una mayor repercusión mediática, una mayor concentración de capital y, en definitiva, más ojos pendientes de lo que rodea al individuo será mucho más seductor que aquello que marcha en las fronteras de lo conocido.

D’Angelo Russell (Louisville, Kentucky) creció al amparo de uno de los equipos universitarios más importantes de la nación como son los Kentucky Wildcats, el epicentro de las estrellas NBA que lo son antes de pasar por el Draft. Su paso por el High School más reputado de Estados Unidos como Montverde Academy (Florida) y su lugar de nacimiento auguraban un matrimonio perfecto entre Calipari y el propio Russell.

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La clásica visita a la Universidad sucedió en una comitiva integrada por D’Angelo y su padre Antonio. Pero algo se torció por el camino. O, simplemente, cambió de rumbo y plan. Russell se comprometía con Ohio State, sin anuncios en Twitter, sin post en Instagram como decía su entrenador Thad Matta, “no era un pony o un concurso canino”. La figura paternal que representó su padre Antonio marcó sus primeros pasos en el baloncesto, desde decidir abandonar su Kentucky natal rumbo a Florida a cambiar un gran escenario por una mejor formación. "Puedes convertirte en una estrella de la noche a la mañana, pero no puedes dejar que llegue a tu cabeza", decía su padre en 2012.

La decisión de partir hacia el obrero Ohio, tierra de fábricas y carbón, respondía a una de las claves del perfil psicológico de D’Angelo: no tiene una mentalidad de superestrella. Sus actitudes no responden al clásico arquetipo de jugador de instituto de 5 estrellas y TOP 100 de su class. Más bien, se siente cómodo en esos márgenes, dentro de un contexto más amable y una vía diferente. Contradictorio, a priori, dados sus dos destinos NBA como fueron Los Ángeles y después Nueva York.

El escenario donde se vio obligado a representar su arte no era uno de los parqués más sencillos donde presentarse en sociedad, ni mucho menos. El aura de Kobe Bryant, el competidor más voraz y aniquilador que haya conocido el lejano Oeste, todavía seguía presente y vivo. El tiempo es un bien que se ejecuta de manera diferente según las necesidades que se creen precisar y en Los Ángeles son esclavos del reloj e ir en busca de la senda más rápida al anillo.

“D’Angelo es un excelente jugador. Tiene talento para ser All-Star. Estamos muy agradecidos por lo que ha hecho por nosotros. Lo que necesito es un líder, alguien que pueda atraer jugadores que quieran jugar con él”. Magic Johnson sentenciaba así a un jugador que apenas había tenido una oportunidad para hacer de los Lakers su hogar y tener el espacio suficiente para crecer.

Cuando se le pregunta al respecto de los Lakers, Russell no tiene problema en responder y es consciente de todo lo que ha vivido hasta llegar a convertirse en All-Star el pasado febrero. “Brooklyn es una franquicia que ha empezado desde abajo y ha seguido un camino concreto”, comenta Russell al sitio oficial de la NBA en España. “Los Lakers fueron hacia otro camino. Es un periodo de transición para los Lakers y Brooklyn”. Sin esperarlo, D’Angelo encontró en Brooklyn un ecosistema pacífico en donde descubrió la parte más amable de la NBA. “Día a día, he conocido Brooklyn, se especializan en cuidarte y toman en consideración lo que les dices”, nos agrega el base en comparación a su previa experiencia en California. “Si yo les digo que no me siento bien o mi cuerpo no se siente bien, ellos encuentran el porqué y no te dejan jugar hasta que no estás al 100%. Eso es algo que muchos equipos no tienen en cuenta, otros equipos fácilmente deciden que, aunque estés lesionado, puedes jugar. En Brooklyn se preocupan de la persona”.

El barrio más famoso de la ciudad de Nueva York representó un momento de renacer para Russell. Seguía en un gran mercado, efectivamente, pero era diferente, los Nets estaban reconstruyendo sus cimientos y Sean Marks quería empezar de cero con un talento como el de D’Angelo. Allí todo ha cambiado, su forma de entender el negocio y los propios entresijos de la NBA han mutado, el base se siente sumamente contento del lugar donde recayó. “Conozco Brooklyn y, si hay un ejemplo de hacer las cosas de manera correcta, ellos son el primer ejemplo de hacerlo bien”, nos comenta el nativo de Kentucky.

Un 2019 más que especial

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Después de pasar un 2018 recuperándose en la pista de sus problemas de rodilla y tratando de elevar su juego al siguiente nivel, Russell ha demostrado que podía cumplir las expectativas que en el verano de 2015 se pusieron sobre él. El desarrollo de los recursos humanos por parte del staff técnico liderado por Kenny Atkinson dio finalmente sus frutos.

Una de esas historias que siempre protagoniza cada nueva temporada NBA, ese equipo que renace sin que nadie lo espere, ese grupo que parece tocado por una varita mágica y lleva a la mejor versión posible a jugadores de perfil bajo. En 2017 fueron los Boston Celtics, en 2018 fueron los Indiana Pacers y en 2019 le tocó el turno a los Brooklyn Nets. Un regreso a lo más alto después de una travesía por el desierto que hizo a los neoyorkinos tocar fondo, sin futuro al que mirar en el Draft y con una perspectiva salarial comprometida.

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“Nuestro equipo este último año sorprendió a muchísima gente”, nos comenta Russell desde las oficinas de NBA en España. “Así que para el próximo año sabemos de lo que somos capaces, así que lo haremos mejor al conocernos mejor”. Una máxima que define a la perfección a un grupo humano que ha funcionado como una familia. No ha importado cuántas lesiones han tenido que pasar, las piedras que se han encontrado en el camino. El bloque ha soportado todos los golpes que han recibido, todo por un objetivo que han superado con creces. Un regreso a los Playoffs que pudo acabar como la historia del año tras poner en aprietos a los propios Philadelphia 76ers y que les forzó a modificar su plan de juego en la primera ronda, a pesar del 4-1.

El paso adelante dado por Russell es impresionante. Sus estadísticas tradicionales refuerzan su narrativa y su incipiente progreso. De 15 a 21 puntos por noche con 4 intentos más por partido y unos porcentajes de lanzamiento mejores.

  • Pregunta: 2018 fue un año de transición en el que encontraste un nuevo hogar. En 2019, primero fuiste All-Star y ahora estás nominado al Most Improved Player, ¿cómo has vivido esa evolución personalmente?
  • D’Angelo Russell: Me siento bendecido, ya sabes. Es una verdadera bendición estar en esta posición y tener la oportunidad de seguir haciendo lo que me gusta en un sitio como Nueva York. Es una verdadera bendición para todos, solo quiero seguir avanzando cada año y seguir elevando mi juego.

It’s all about “culture”

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De ese crisol de culturas que se encuentra en el borough más famoso de la ciudad que nunca duerme surge como a imagen y semejanza los renovados Nets. Puros ‘outsiders’ de la NBA actual, dando importancia no solo a la propia competición, sino a lo que rodea a quienes la llevan a cabo como son los jugadores. Desde la implicación de Kenny Atkinson como un trainer más a la prevención de lesiones con los métodos más avanzados de fisioterapia y preparación deportiva.

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Todo un ecosistema que se define a partir de la palabra cultura. Sean Marks tenía claro cuando el faraónico proyecto de Paul Pierce, Kevin Garnett, Deron Williams y Joe Johnson se vino abajo por su propio peso que debía reformular la franquicia. Contrató a Kenny Atkinson, un hombre curtido en mil batallas y que venía desde abajo, apasionado como pocos y que en cada noche en el Barclays Center queda patente su implicación en el juego. Un líder, al fin y al cabo, un ejemplo a seguir por aquellos que creen en la cultura del esfuerzo. “Tratamos de imitar su modelo, escucharle y tartar de descubrir a dónde nos quiere llevar”, dice Russell cuando le preguntamos por Kenny.

Marks y Atkinson creyeron en la vía del desarrollo, del aprovechamiento del talento y su explotación. Solo así se explican los casos de Joe Harris, Spencer Dinwiddie, Caris LeVert o Jarrett Allen.

“Es una organización y un ambiente familiar”, afirma rotunadamente Russell cuando se le pregunta. “Cada uno vive por el otro, todo el mundo quiere que su compañero lo haga bien. Considero que eso es lo que nos ha llevado al éxito en la pista”. Un ejemplo de que al interno de la NBA hay diferentes tipos de camino al éxito, no solo la acumulación de los mejores talentos surte efecto, no todo son All-Star, el pegamento y el cuidado más puro puede funcionar.

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Para Russell, volver a poder trabajar con un entrenador tan dedicado como Atkinson ha supuesto una reactivación personal y deportiva. “Kenny es un gran hombre, es una gran persona”, dice Russell sobre su entrenador. Un perfil de entrenador más propio del baloncesto universitario que del feroz mundo de la NBA, que integra lo mejor de la parte humana que necesita este deporte al mismo tiempo que asimila la parte innovadora como las analytics. “Es una persona muy apasionada por el juego, cuando un entrenador tiene esa pasión es un reflejo de sus jugadores al mismo tiempo”, dice D’Angelo.

Ese interés por conocer todos los entresijos que esconde el baloncesto ha entrado en contradicción con la propia realidad que Russell ha portado consigo en su asentamiento en Brooklyn. Atkinson es un ferviente creyente del abandono de la media distancia y los semi-lanzamientos, conocidos comúnmente como floaters. Un movimiento que en Russell se ha convertido en su seña de identidad y que ha elevado a la perfección en algunos momentos.

Cuando se le pregunta por la relación que Atkinson tiene con sus bombas, D’Angelo se ríe. “Cuando realizas ese tipo de lanzamiento con un alto porcentaje de acierto, no pueden decirte nada”, afirma sonriente y de manera retadora.

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Esa mentalidad de perfeccionar algo, de encontrar ese detalle que te hace característico, que te define en definitiva es diferencial. “Cuando estás en un nivel como el de la NBA, todo el mundo tiene un nicho. Cuando encuentras tu nicho solamente tienes que continuar, probarlo y mantener la confianza”. “He intentado que los floaters y el lanzamiento de media distancia sean mi marca registrada en la NBA”, reconoce el jugador.

El joven base camina sobre el borde de la NBA más eficiente y moderna con una serie de fundamentos y un ‘flow’ ofensivo que solo aquellos con más carácter pueden llevar a cabo. Su zurda dirige su destino, marca el tempo y sus intenciones, siempre a medio gas y al mismo tiempo demoledor. Una técnica que recuerda a anotadores de la década pasada y que es una ráfaga de viento reconfortante.

Todo un mundo más allá del parqué

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La era actual en la que habitamos nos permite un abanico de posibilidades y oportunidades jamás conocido en la historia humana. Las redes sociales nos abren un mundo todavía virgen y reconfigura los códigos de comunicación.

Russell ha encontrado ese nicho del que habla de la mano de alguien como Chris Brickley, entrenador personal de jugadores profesionales y que se ha forjado una reputación fuera de las canchas NBA por su metodología de trabajo. La dedicación de Brickley por el trabajo y conocimiento de la técnica del juego y su ejecución le colocan en lo más alto del mundo de los trainers. No es solo un workout con su correspondiente vídeo para Instagram, sus drills reproducen situaciones reales en pista y dan al jugador una mayor disposición de recursos a los que recurrir en momentos en los que la decisión entre un movimiento u otro define el resultado.

“Chris y Kevin (su compañero) son ‘gurús del baloncesto’”, asegura D’Angelo. “Diseccionan el vídeo y analizan tu juego y le sacan el mayor jugo posible”. Una metodología que se aleja de tratar de sumar y sumar sin ninguna base más automatismos o perfeccionar la técnica existente.

Los entrenamientos, la moda o los videojuegos. Todo vale para desconectar del trabajo, incluso para los jugadores NBA. En un ambiente sumamente competitivo no es nada sencillo tratar de escapar de un mal entrenamiento o una dura derrota. “Es duro desconectar, es duro ser tan mentalmente competitivo y de repente, cuando no estás compitiendo, tratar de desconectar”. La gran oferta cultural de Nueva York ayuda, por supuesto, pero en un calendario de 82 partidos y más de 20 posibles de Playoffs el tiempo libre se concentra en pequeñas píldoras. “No puedes darle al botón de desconectar, siempre encuentras maneras de ser competitivo, ya sea jugando a videojuegos o jugando alas cartas. Siempre encuentras maneras de ser competitivo y eso me ayuda”.

Un asunto que en algunos sentidos ha sido tabú durante décadas en la NBA y que en los últimos tiempos ha resurgido con la nueva forma de entender el deporte por parte de sus protagonistas. La salud mental y su programa ejecutado por la NBA recorren toda conversación con un jugador como un fantasma. “Respeto a Kevin Love y DeMar DeRozan por haber hecho públicos sus casos”, dice D’Angelo al respecto de la salud mental. “Todo el mundo tiene cosas por las que es duro pasar. Depende de la situación y cómo te afecta”, afirma.

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El futuro no parece preocupar a D’Angelo Russell, la entrevista llega a su fin y se le ve contento, sin preocupaciones y disfrutando de su breve paso por España. Brooklyn, Los Ángeles… Lo importante no es el lugar sino el cómo y el qué, lo relevante es y siempre será el juego.

Para Russell la clave reside en cuidar su cuerpo, tratarlo bien, su herramienta de trabajo siempre ha de estar en disposición de rendir al máximo posible y seguir continuamente evolucionando como el eterno retorno. Una rueda que para de girar y que siempre vuelve al mismo punto. Porque el nativo de Kentucky está lejos de ser una superestrella al uso, no por méritos deportivos, sino por su identidad, por su fuero interno y la manera de ver el juego.

Autor/es
Sergio Rabinal Photo

Sergio es productor senior de contenido en las ediciones en español de The Sporting News.