No existe un Big Bang: cómo Stephen Curry cambió el juego para siempre en la NBA

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La escena se repite una y otra vez como un video estropeado. Con las gradas prácticamente vacías, instantes después de que el estadio haya abierto sus puertas y los jugadores más perezosos todavía están al interno del vestuario, una figura emerge del túnel. Un pase plano, perfectamentamente calculado recae en sus manos y desde más allá de los límites del propio campo la bola surca el cielo del estadio de turno. El resultado de aquel ensayo no puede ser otro. Anotación.

Es difícil establecer el momento concreto en el que Stephen Curry hizo de un lanzamiento desenfadado una de sus señas de identidad más reconocibles hasta convertirlo en todo un ritual. De igual modo que otros, como Kevin Garnett acostumbró a tener unos instantes de calma y soledad ante las protecciones del aro, o Tim Duncan estrujaba la pelota antes del salto inicial, la estrella de los Warriors eligió aquel complicadísimo ejercicio como su gesto interiorizado con el que dar pie a desatarse dentro de las cuatro líneas.

Como todo cambio estructural, las barreras entre el antes y el después son difusas, no existe un Big Bang al que acudir, pero sí unas características que definieron el cambio de tendencia y un antes y un después personificado en la figura de un solo jugador: Steph. 

La manida frase de que la estrella de Golden State Warriors "cambió el juego" ha sido tan utilizada, tan trillada, que con el tiempo ha terminado por perder sentido hasta repetirse hasta la banalización. Y ese precisamente es uno de los inconvenientes que se dan a la hora de medir a Curry y juzgarlo en su justa medida. Porque sí, evidentemente Steph lo hizo, cambió el juego, algo al alcance de muy pocos en la historia de la NBA. Jugadores de un enorme talento ha habido muchos a lo largo del tiempo, cientos, pero solo una exclusiva élite ha podido desplegar un dominio relativo semejante como para modificar el ecosistema, el paradigma y, sobre todo, la manera que se enfoca este deporte.

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Si a la dupla George Mikan-Wilt Chamberlain se le debe el desplazamiento del juego hacia los aledaños del aro en favor de la figura del pivote, así como a Julius Erving el hecho de haber cambiado la forma de entender a los aleros, Stephen Curry presenta no pocos problemas a la hora de ser juzgado. Su condición como base desde su etapa universitaria nunca fue la más adecuada, las etiquetas y categorías posicionales no se ajustaban a lo que era capaz de hacer en cancha. No es que no fuese un director de juego, ni que se tratara de un manejador con aptitudes anotadoras, más bien es que no había un molde con el que compararlo y medirlo, y eso siempre trae problemas a la hora de descifrarlo, incluso 6 años después de su explosión definitiva. 

Por ello, la llegada de Steve Kerr resultó tan vital en su despegue pues ambos hablaban el mismo lenguaje y nadie como aquel técnico novato entendió lo que tenía entre manos y cómo sacarle más partido que sus predecesores. 

Quedarnos únicamente con su progresión en cuanto a volumen de intentos al triple o su acierto desde esas latitudes sería como quedarse con que Magic Johnson era simplemente un base de 2,06 de estatura, o que Shaquille O'Neal no encontró nunca rival en la pintura. Siempre hay que ir más allá y ahondar en las profundidades de los hechos, ir en busca de porqués y las consecuencias de los cambios, y pocos jugadores han modificado tanto el panorama como Curry.

Steph Curry

Sobre el papel nos encontramos un atleta de menos de 1,90, que no supera los 85 kilos y sin una envergadura excesivamente llamativa. Sin embargo, en el núcleo de su formación física reside la clave para entender qué es lo que lo hizo especial y lo catapultó al olimpo de la NBA. Steph posee un físico privilegiado por el equilibrio que tiene, lo cual le permite absorber el contacto de un modo poco habitual para su complexión, así como torsionar su tren inferior en la fase terminal del lanzamiento para conseguir la fuerza necesaria emergente desde la cadera. El hecho de vivir constantemente al acecho de un jugador en el juego sin balón lo ha hecho un maestro del movimiento, de los cambios de ritmo, en definitiva, de un frenético vaivén hasta encontrar la posición de ataque adecuada, para lo que se necesita necesariamente una resistencia altísima, un gran control de la respiración, de los cambios de ritmo y los apoyos. 

Grandes tiradores siempre ha habido y habrá, pero lo que diferencia a Curry del resto es su capacidad adaptativa a todo tipo de situaciones, las cuales ha elevado a la enésima potencia. Triple tras pase, triple tras bloqueo, triple en mano en mano, triple sobre drible, triple tras bloqueo directo. No ha habido barrera que se le haya resistido gracias a su metódico y obsesivo trabajo junto a su entrenador personal, Brandon Payne, el cual ha sabido motivar y encontrar los puntos clave sobre los que focalizar para elevarlo aún más año tras año.

La principal consecuencia de convertirse en una estrella en la NBA es el inevitable aumento de la atención de la defensa rival, cuyo objetivo no es otro que evitar por todos los medios que ese individuo sea el responsable de su derrota. La reacción instintiva de los conjuntos oponentes fue la de negarle el lanzamiento a través de la persecución en bloqueos y la individualización del marcaje. Esto abría dos posibilidades.

La primera, la apertura total hacia el aro que despertó su creatividad en los rectificados así como su destreza para la ejecución de flotadoras. La segunda, y más importante, el cambio de emparejamiento, normalmente contra un interior. Esto abría un abanico infinito de posibilidades en el que Steph estaba en disposición de hacer lo que quisiera con el pivote rival, especialmente al inicio de su explosión individual (2014-2016), exponiéndolo en aclarados y obligando al oponente a plantear una defensa más precisa y adaptada. Sirva de ejemplo este aclarado ante un Marc Gasol que poco o nada pudo hacer:

La consecuencia al largo plazo de la constante evolución del dos veces MVP es que los equipos, especialmente de la Conferencia Oeste, fueron cambiando la configuración de sus planteles en busca de jugadores interiores, tanto pivotes como ala pivotes, que fuesen más móviles, de un desplazamiento lateral más veloz y que permitiesen un ecosistema más versátil para plantar cara a los Warriors. Si en la primera gran temporada de Curry (2014-2015) hubo seis interiores de corte clásico en los quintetos All-NBA (Marc Gasol, Pau Gasol, DeMarcus Cousins, LaMarcus Aldridge, Tim Duncan y DeAndre Jordan), para el término de la dinastía de Golden State el número era tan solo de tres (Nikola Jokic, Joel Embiid y Rudy Gobert), siendo estos casos muy específicos de élite en un rol concreto.

La desaparición o transformación del ancla interior tal y como se lo conocía hace poco más de un lustro ha tenido como resultado una "alerización" de la liga en los puestos de 3 y 4, siendo ya difícil discernir la diferencia entre ambas posiciones. En el caso concreto de Curry, este cambio ha hecho posible que su volumen de intentos en los aledaños del aro haya ido creciendo paulatinamente al igual que su acierto, fruto de la carencia de una presencia de gran tamaño contra la que impactar como sí podía tener en su primera época. 

Temporada Intentos (Zona restringida y pintura) % de acierto en la zona restringida % de acierto en la pintura Puntos en la pintura
2012-2013 4,1 54,3% 39,6% 3,9
2013-2014 4,6 60% 42,5% 4,9
2014-2015 5,2 66,5% 48,4% 6,3
2015-2016 6,5 65,9% 48,7% 8,1
2016-2017 5,5 62,8% 40,2% 6,4
2017-2018 4,4 64,9% 42,4% 5,4
2018-2019 4,8 62,8% 46,0% 5,6
2020-2021 6,8 64,6% 51,9% 8,1
2021-2022 5,7 58,1% 33,3% 5,7

Defender a Stephen Curry supone un ejercicio que requiere una precisión de cirujano. La estrella ha aprendido a anticiparse a sus oponentes, leyendo lo que están tratando de hacer y castigando las grietas que pueda haber en el plan de partido. Un cara a cara y un aumento del contacto físico han sido habitualmente la estrategia más común para contener, no frenar, al base de los Warriors, pero en la mayor parte de las ocasiones los resultados no suelen ser satisfactorios. Por ello, los cuerpos técnicos han acabado por configurar estrategias individuales muy detalladas cuando se enfrentan a Golden State en el que el foco número 1, 2 y 3 es Steph en todas sus versiones. El nivel de precisión y análisis al que han llegado los equipos ha ido evolucionando año tras año, yendo en busca de un matiz que pueda decantar la balanza en contra de la estrella. En ese sentido, uno de los oponentes que mejor supo cómo contener al dos veces MVP fue Toronto Raptors de la 2018-2019, que planteó estrategias muy variadas en lo colectivo, incluyendo defensas mixtas (Caja y 1 y triángulo y 2), así como un scouting individual llevado al extremo.

"Las indicaciones que solo puedes dar a su marcador es que, cuando toma la pelota, sea lo más lejos posible, que desde la recepción la mano derecha del defensor esté alta", analizaba Sergio Scariolo en Gigantes hace unos meses. "El objetivo, en cualquier punto del campo, era hacerlo picar con la mano derecha y hacerlo tirar de dos. Nunca recortar un bloqueo o pasarlo por detrás. Si era posible, que no picara con la izquierda antes de armar el brazo. El problema fundamental era que cuando soltaba la pelota, la defensa no se relajase. Era el momento más peligroso. Un punto fundamental: estar encima de su cuerpo, incluso chocar con él cuando soltaba la pelota para que no volviera a colocarse en el lado liberado y lo pudieran encontrar".

Stephen Curry Golden State Warriors NBA Finals

El desarrollo paralelo de las estadísticas avanzadas y en especial del tracking han hecho posible este tipo de estrategias, pero su aplicación al ecosistema Curry ha cambiado completamente la forma en la que los equipos afrontan la preparación de un partido, de una serie o incluso de un cuarto a lo largo de un encuentro.

De todas las barreras que ha traspasado Stephen Curry hay una que todavía no parece conocer solución más allá del impredecible devenir del azar. Su creciente rango de tiro hasta latitudes imposibles para cualquier otro jugador profesional ha dificultado más si cabe los planteamientos defensivos. Lo que en manos de cualquiera sería un mal lanzamiento por el hecho de estar a más de 7 y 8 metros del aro, en Steph adquiere una dimensión diferente, más cuando éste está en fase de flujo o en plena ebullición. Solo Damian Lillard ha anotado más triples desde más allá de los 30 pies (9,1 metros) en toda la historia, pero fue él quien liberó al triple de su atornillamiento a los alrededores del arco y quien lo expandió hacia lugares hasta entonces solo destinados a los intentos con el reloj consumiéndose. 

Aunque ninguna cima tan alta como aquella noche en Oklahoma City:

"A medida que se vuelve más fuerte, a medida que se vuelve más rápido, sus habilidades se ampliarán aún más, y eso es lo que se está viendo en este momento. Así que seguirá mejorando. Tiene un largo camino por recorrer”, decía hace unos meses su entrenador personal, Brandon Payne. 

La NBA y el básquet no podrán ser entendidos sin Stephen Curry en adelante. Su hito como máximo triplero de todos los tiempos es la punta de un iceberg todavía por descubir y tan poliédrico como puntos de vista existan. Hay un antes y un después en el juego con respecto al dos veces MVP, el problema está en que encontrar ese instante resultaría imposible, pues como pasa con todos los jugadores especiales, cada persona tiene su particular momento y eso es lo que lo hace tan diferencial.

Las opiniones aquí expresadas no representan necesariamente a la NBA o a sus organizaciones.

Autor/es
Sergio Rabinal Photo

Sergio es productor senior de contenido en las ediciones en español de The Sporting News.